La motivación ejercida por uno y sobre uno mismo se ha acuñado con el término automotivación precisamente para enfatizar el papel activo de la persona en el proceso.
La automotivación nos ayudará a salvar mejor los obstáculos y nos proporcionará firmeza ante las circunstancias desfavorables, ya que dependeremos menos del entorno para sentirnos satisfechos en nuestro trabajo.
Empecemos por el principio… ¿qué significa exactamente motivación?
Es un estímulo provocado por factores internos / externos que nos mueve a realizar una acción.
Proviene de los términos latinos motus y motio que hoy en día traducimos como movido y movimiento respectivamente y que con el tiempo han dado origen a otras variantes.
Se habla de desmotivación, cuando carecemos de todo tipo de estímulo, hipomotivación, cuando tenemos menos motivación de la necesaria, e hipermotivación, cuando ésta nos sobra por los cuatro costados.
La motivación puede tiene origen en factores internos (sentirla por el simple placer de hacer algo) o externos (como el salario), podemos ejercerla unos sobre los otros: nos pueden (des) motivar aunque nosotros también somos capaces de (des) motivarnos a nosotros mismos.
A mediados del siglo pasado, autores ilustres como Maslow, McGregor y McClelland encabezan una larga lista de pensadores que hallan en la motivación su objeto de estudio. Así, nos hablan de conceptos como necesidad, expectativa, equidad o condiciones del entorno.
Yo me motivo, tú te motivas y ellos nos motivan
Corrientes teóricas aparte, muchos opinan que la motivación en el ámbito laboral viene determinada por todo lo relacionado con el puesto y el entorno organizacional en donde se encuentra (la contraprestación económica, el reconocimiento, el estatus, las funciones, etc.), y que uno está motivado en la medida en que la empresa desarrolla políticas que favorezcan la satisfacción del empleado y, en cualquier caso, cuando las condiciones de trabajo se adecuen a su situación personal (flexibilidad horaria, cercanía al domicilio, disponibilidad de viajar, etc.).
Otros afirman que la motivación tienes que «traerla puesta» de casa y que si por motivos ajenos al trabajo muestras una actitud negativa o no existe cierta predisposición, difícilmente (aunque no es imposible) podrás estar motivado.
Claro que, seguramente todos tienen razón! porque es la combinación de ambas cosas lo que hace que uno se siente motivado y feliz en el trabajo.
Lo siguiente que debemos plantearnos es si está en nuestra mano cambiarlo. ¿Lo está? Pues tenemos que responder de nuevo con un rotundo sí! Aunque hay aspectos que dependen de los compañeros, los superiores, … y en general de la organización, otros sólo dependen de nosotros mismos: Yo elijo si quiero rendir más o menos, si deseo aprender o no, si llegaré al trabajo con una actitud positiva o pensando ya en acabar la jornada, si voy a poner todo de mi parte por llevarme bien con los demás o no.
– Nada en el trabajo parece alterarte, Mike. ¿Cómo lo consigues?
– Muy sencillo! Intento mantener una actitud positiva, visualizar el éxito y “conversar” conmigo mismo. Y esa lobotomía pre-frontal que tuve el año pasado realmente también ayuda!
-… supongo que sí.
Eso no quita que sea difícil automotivarse cuando las condiciones son adversas…, de forma que tienes dos opciones:
Puedes limitarte a esperar a que tu jefe o tu empresa te motiven con un proyecto nuevo, un feedback por el trabajo bien hecho, una promoción o una retribución mejor.
O puedes buscar activamente la motivación, aportando ideas que se materialicen en nuevos proyectos, formándote para ser más eficiente a la vez que ganas en empleabilidad, aprendiendo por el placer de aprender y dando más en tu trabajo, trasformando lo negativo en positivo.
Si tienes a tu cargo colaboradores, infundir motivación es vital para que el equipo funcione, pero no sin antes trabajar en tu propia motivación, porque si algo caracteriza al género humano y nos ha demostrado en numerosas ocasiones la ciencia social es que las emociones negativas se contagian con mucha más rapidez que las positivas!